Señala la psicología evolutiva que el niño a los 4 años de edad tiene ya formada una idea de lo que es la nación; disparatada pero al fin y al cabo una idea:
“Nosotros somos los buenos y los otros son los peores, ellos son los malos”. Traducida al lenguaje escolar:
Nos jodieron los españoles – Chilenos hijos de puta, se robaron el Huáscar, tomaron nuestro pisco, nos quitaron Arica y el suspiro. Y se llevan ahora la papa. Ellos nos hicieron la guerra. Quemaron nuestra historia.
Pobres y cojudos. Es esa nuestra percepción inicial. Afirmar negando.
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El nacionalismo es uno de los mitos más peligrosos. Afirmar negando es una de sus expresiones básicas. Forma parte de su estructura afectiva y cognitiva.
El patriotismo surge siempre como un sentimiento belicoso, de defensa y ataque.
Todo nacionalismo es una mitología. El carácter puramente emocional del nacionalismo rompe en su efecto con todos los rigores de la razón y el pensamiento. La capacidad de acogida que recogen los nacionalismos es terrible. Basta observar y leer las posturas de dos de los escritores más importantes del país; un narrador y
un poeta laureado y reconocido, con experiencia. Pero como pensadores políticos terriblemente erráticos, irracionales, misticoides e inútiles. Con afirmaciones detestables.
Hay que recordarle a Eduardo Gonzales Viaña y Arturo Corcuera que
en nombre de las grandes mayorías se han producido en la historia las más grandes atrocidades. Ellos, que manifiestan votar en nombre de los pobres por Ollanta Humala, expresan una actitud de lo más irresponsable.
EN NOMBRE DE LAS GRANDES MAYORÍAS, SE HAN PRODUCIDO LAS MAYORES ATROCIDADES.
Iré a las urnas de la segunda vuelta acompañando a los marginados en su camino de esperanza. Votaré con ellos por Humala. Si defrauda y traiciona que el pueblo lo demande. Prefiero equivocarme con los desposeídos… afirma Arturo Corcuera
Ollanta Humala ha subido en las encuestas por encima de todo esto, y gracias al poder de los más pobres. Si un país pobre tiene mayoría de pobres, en algún momento esa mayoría conquistará su derecho a hacerse oír. Voy a votar con ellos. Y esto afirma Eduardo Gonzales Viaña.
Ellos no se han enterado que paradójicamente los votos de los más pobres (que apoyan) en las diferentes y más olvidadas zonas y regiones del país, no han estado del lado de Humala en su mayoría, como refiere un informe dominical de Carlos Basombrío en
Peru21.
Desposeídos, ojalá que el destino no los termine juzgando a ellos.
Volteo la página.
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La necesidad de sentirse miembro de un grupo, identificado con éste y aceptado, es una necesidad primordial e imperiosa. Se forman los grupos, se condensan ideologías y se llevan a cabo proyectos. Proyectos que se distinguen por su línea emocional antes que por las ideas y el acto creativo. Y las ideas facilitadas por las emociones o las emociones facilitadas por las ideas y el imaginario, parasitan. Se convierten en pura neurosis.
El mito nacionalista tiene como todo proyecto sus etapas. Primero se busca una esencia nacional que es posteriormente sacralizada. Por eso apela a la identidad. Recoge esta búsqueda y la lleva a sus límites. Recibe contenidos de toda índole: raza, lenguaje, cultura, territorio, recursos naturales y sobretodo una misión. Y además demagogia. ( La demagogia de los precios y la venganza).
Primero se busca el mito y luego se lo funda o rellena con lo que en aquel momento parezca más conmovedor. Y lo más conmovedor en estos momentos es hablar de lucha contra la corrupción, del ser antisistema y la reivindicación de los pobres aunque esta claramente resuelto que los nacionalismos y totalitarismos solo generan más pobreza económica. De venganza contra los partidos políticos tradicionales cuando el nacionalismo de UPP recoge lo peor de la tradición política. (Recordemos: afirmar negando). Por esto el nacionalismo se funda retroprogresivamente. Florece con el fracaso. Recordemos a Ollanta Humala hablando de Velasco y admirándolo aunque hoy lo niegue. Afirmar negando.
El nacionalismo, como escribe Ernest Séller, no representa el despertar de la autoconciencia de una nación sino más bien al revés: el nacionalismo inventa naciones donde antes no existían.
Hoy, aquí y ahora comprendo aquello que escuché a Don Alberto Benavides Ganoza en un almuerzo compartido:
“el Perú, como estado- nación, no existe. No existe el Perú. Es un engaño, un invento.”
Y es una verdad o parte de la verdad. Existimos (en la línea de Mosterín) como un territorio vasto y complejo, diverso y escindido étnica y culturalmente. Su homogenización está lejos de ser una realidad.
Para Kenichi Ohmae, escritor financiero japonés, la era del estado-nación ha terminado. Los estados se han convertido en “meras ficciones”.
Y esta es una de las paradojas del nacionalismo y cualquier movimiento totalitario. Una vez en el poder es que la posesión de todos los medios y los instrumentos de poder (en manos del Partido/Estado) lo obliga a enfrentarlo directamente con la realidad. Pero esta realidad que tienen que enfrentar es la realidad del mundo y no la realidad-ficción que re-construye constantemente (1).
Por esto el nacionalismo se enfrenta constantemente a su propia realidad y nunca a la realidad del mundo. El nacionalismo deja de asumir la realidad del mundo para inventar su propia ficción.
La emergencia del movimiento nacionalista tiene como cómplice una masa a quien organizar (2). Individuos compuestos en una masa. Y una masa de hombres insatisfechos traza un cuadro de una profunda amargura centrada en el yo. La característica principal de los individuos de esta masa es una absoluta pérdida de interés por
si mismo. El individuo llega a un estado de total desolación a través del sentimiento de pérdida del mundo, su mundo. La masa prefiere la ficción antes que la realidad.
Desmitificar los nacionalismos es una de las tareas. Poner al descubierto los mecanismos psicológicos tan profundos y poderosos que manejan. Shwartz y Struch lo han estudiado:
el sentimiento de discriminación que acompaña al patriotismo y nacionalismo, puede llegar en casos extremos a la falta del sentimiento de humanidad compartida.
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El nacionalismo de Ollanta Humala es solo una serie de excusas. Un disparate. El mensaje es el mensajero.
Fundado el mito de la identidad colectiva y el carácter nacional, el nacionalismo abre camino a la locura y el desorden. Porque convertir la nación -fruto de la historia- en una esencia es un disparate.
Solo ellos pueden sentir
amor por el Perú. El resto no, está imposibilitado. Todo aquel que esté en mi contra será inmediatamente descalificado. Nacionalismo es paranoia.
Los gobiernos y territorios nacionalistas bloquean el acceso a la democracia y motivan con esto una interacción pública a niveles primitivos, incitando a la violencia y el exceso, haciendo retroflexivos los mecanismos civilizados y dialógicos que se construyen en la comunicación e integración con los demás y no como en el caso del dictadorzuelo venezolano que tanto admira y protege, aislando a Venezuela con el permiso de su petróleo, destruyendo a sus opositores y sembrando el miedo en parte de la población, amenazando al que no se alinee con la pobreza de sus discurso. Intentando quedarse en el poder hasta el 2031.
El aislamiento económico, comercial y financiero de la política empobrece, genera soledad y con esto incomprensión, manipulación, opresión, locura y fracaso.
En una entrevista en La Vanguardia, Sergio Ramírez, ex vicepresidente sandinista, responde de esta manera a la pregunta de ¿dónde se equivocaron ustedes?:
“Nuestro problema fue dejarnos obnubilar por la ideología. La ideología es la enemiga del progreso. No podemos dejar jamás que los esquemas ideológicos nos impidan entender la realidad, tal como nos sucedió a nosotros”.
Ya es tiempo (quizá sea tarde) de reconocer las insidiosas maquinaciones de este discurso. Lo que ha producido en la historia.
Y aunque dentro de nosotros habite una vieja voz que reclame insurgencia y revolución o cambio a través de (este tipo) la revolución y que influya en nuestros sentimientos determinando amores y odios, hay que detenernos a pensar. A reconocernos vulnerables y caprichosos. A enfrentar el conflicto
sapiens/demens encontrando un camino a la lógica.
Y aquí dejo de ser conservador y practicante, le doy la vuelta a la (mi) Guestalt (con el permiso de mi organismo): privilegiar el pensar antes que el sentir.
Desconfiemos de las mitologías.
(1) Sebastián Salinas. El devenir del hombre, el espacio y la política en los sistemas totalitarios.
(2) Masa es el conjunto de personas que o bien por su gran número o por su marcada indiferencia política y su despreocupación por la acción (acto o discurso) “no pueden ser integradas en alguna organización basada en el interés común”. (Sebastián Salinas).