Solo dos cosas acercan y una diferencia el comprar vinos y comprar libros. En ambas, usualmente somos guiados por las recomendaciones de amigos o alguna buena reseña en los medios de comunicación. El vino, con mucha suerte, lo podemos saborear en alguna cata antes de decidir que llevar; pero por lo general encontramos las botellas selladas a nuestro alcance. Con suerte, mucha suerte, podemos gozar de una degustación inicial, esto solo cuando se trata de botellas baratas y de alta comercialización en los supermercados.
Lo contrario sucede con los libros. Tenemos la libertad de tomarlos, gozar de una primera lectura y finalmente comprarlos, si estos han colmado nuestro gusto. No necesitamos en ese momento de ninguna degustadora que nos sirva el trago e intente convencernos de la calidad del producto y la compra.
Confieso que a cada feria que asistimos, damos una vuelta por el stand de estruendomudo. La mayoría de las veces llevamos algo. Por lo general aprovechamos los pack de oferta. Y por lo general aprovechamos también que el stand no sea atendido por alguna de esas señoritas que los responsables de la editorial y el stand entrenan para - en nuestro caso- colmarnos decididamente la paciencia y llevarnos una impresión desagradable . Porque si hay algo que disfrutamos de las librerías y en general de los stands de la feria, es la libertad de recorrerlas y tomar algo que llame nuestra atención. Ahora, el caso con estruendomudo es que ya en dos ocasiones hemos tenido a una de estas señoritas intentando convencernos -asumo- de comprar tal o cual el libro y para esto no tienen reparo de contarnos de que va la historia y que cosas incluye el libro, en un arrebato que las lleva a personificar en directo el texto de la contracarátula. Haciendo cálculo, las ocasiones que me he llevado algo del stand han sido aquellas en que he podido recorrer sus pequeños estantes y el maravilloso diseño gráfico de sus libros solo. Sin nadie intentando convencernos de las aptitudes de uno y otro escritor. Y de adquirir algo.
(Si, me gusta la libertad de recorrer las librerías solo. Asumo que esta es la razón para que ella quiera volver a visitar la feria del libro sola.)
Por otro lado, divertida la presentación del libro de Marco Avilés, Día de visita, a cargo de Beto Ortiz, Eloy Jáuregui y un escritor colombiano -cuyo nombre no recuerdo- haciendo lo que no se debe hacer en una presentación.
Daniel Alarcón le firma el libro a j.d. (Y yo recuerdo los tres autógrafos que me llegaron puntuales a Lima desde la última Feria del libro de Trujillo. El amor de los buenos amigos me ofreció un autógrafo de Susana Baca -de paso en la ciudad-; otro de Mario Bellatín en su Obra Reunida, autógrafo que no está dedicado a mi pero asumo haber encontrado en esto un gesto y una señal teriblemente bellatinianos. Y al que le tengo más cariño: el que aparece temblorosamente cariñoso en El secreto de la trapecista, del queridísimo Oscar Málaga.)
El stand de Sarita Cartonera muy simpático. Volveremos el día de la subasta del libro –ya ni su nombre recuerdo- cuya cubierta está ilustrada por Venancio Shinki. El precio base es 100 soles.
Extraño el stand de Arnie Hussid, bastante extraño en medio de todo. Es una suerte de instalación maniquea. Fotos, afiches, videos y el modelo mismo contando su historia. Realmente una instalación antes que un stand.
La visita obligada es siempre al stand de Océano, esta vez con menos libros de oferta que en ocasiones anteriores. Una pequeña variedad de Anagramas. Compré dos: Cuentos de matrimonios, de Vicente Verdú, y El fin de Alice, de A.M. Homes, que con Música para corazones incendiados abrió una herida que hay que cicatrizar con más de su obra. Es probable que regrese pronto por La vara de zahori, de Michael Knight. Y por El transformista, el libro de Hari Kunzru que acaba de traer novedosamente Alfaguara. En el mismo stand se observa la nueva edición de La virgen de los sicarios, del escritor que no vino.
Lo que me deja un sabor amargo es sentir que la Feria representa solo una variedad de librerías agrupadas en un solo espacio, sin mayor novedad que la que ofrecen en sus propios locales. Si hay algo que buscamos en las ferias son –aparte de las novedades editoriales- buenas ofertas y libros muchas veces inubicables en librerías. Lo que hallamos en estas hay que buscarlas en estas. No en las ferias. ( El stand de la editorial chilena cuarto propio, posee el ensayo del mismo nombre de Virginia Woolf.)
En fin, una buena razón para visitar la Feria sigue siendo encontrar algo simpático, extraño y barato en El Aleph.