Paul Badura Skoda es probablemente luego de Wilhelm Backhaus -y con un estilo totalmente distinto-, el mejor intérprete de Chopin. Austriaco, con algo más de 60 años de actividad en la música, ha tocado con los más grandes directores del mundo (entre ellos Von Karajan) y ha dejado sentada u na personalidad y técnica comprometida con lo esencial.
Badura Skoda estuvo en Lima, invitado por la Filarmónica para celebrar sus 100 años en un concierto ofrecido el sábado en el auditorio del Colegio Santa Úrsula. Las entradas se agotaron rápidamente y fue difícil asistir. Pero a cambio nos quedó el consuelo de asistir al recital -más que recital, suerte de clase maestra- de hora y media que ofreció como parte de los jueves culturales, en el Auditorio de Derecho de la Universidad Católica, donde nos llevarnos una muestra de su personalidad e inteligencia para interpretar las Escenas Infantiles de Schumann ( “Hay pianistas que tocan las Escenas Infantiles como si se tratara de una marcha fúnebre. Estas son imágenes del juego y la infancia, hay que interpretarlas con mayor rapidez y energía.”) y la energía con que interpretó las mazurcas de Chopin ( “Esto no se puede tocar como un vals vienés típico.”), y su fantasía en fa menor. El recital incluyó además unas sonatas de Haydn. Oportunidad única para acercarnos al genio de este gran maestro que ha sido durante mucho tiempo el pianista con mayor número de grabaciones de larga duración en el mercado.
Hay que seguir el programa de actividades de la Sociedad Filarmónica. Los domingos hay una serie de conciertos buenísimos en el Auditorio del Museo de la Nación. Se los recomiendo.
Brasil, en la figuras de Tristao e Isabel -suertes de Romeo y Julieta con un amor impedido por la pigmentación de la piel-, traduce impecablemente una experiencia marcadamente personal: la hija del escritor está casada con un ganés perteneciente a una de las élites familiares más poderosas del continente africano. Es curioso para Udpike vivir el tema de las diferencias desde su familia. El matrimonio de su hija marcó su interés por las comunes y muchas veces absurdas diferencias humanas, motivando doblemente al escritor y la historia. Y es curioso además que Updike haya visitado superficialmente Brasil. Para desarrollar la novela tuvo que recurrir a documentos ajenos que sirvieron de eje para elaborar a través de una historia de amor, el desarrollo, el crecimiento y la transformación de Brasil desde la colonización portuguesa y los periodos de inmigración (el de transición y el descubrimiento de oro en Minas Gerais son notablemente retratados). Updike pervierte el mito de Tristán e Isolda para invertir en un rizo histórico-temporal las condiciones humanas de los personajes.
La impecable traducción de Iris Menéndez ha sabido mantener el clima ardiente de un lenguaje sumamente mitológico.
Considerada una ofensa para los editores brasileños, Brasil es una de las joyas fundamentales de la literatura universal.