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17 comments | miércoles, noviembre 14, 2007

Contrabandeo este artículo interesante -aparecido hace unos días en el New York Times- del foro del Grupo de Formación de Psicoterapia Sistémica Breve que dirige César Vásquez. Atención a todos los que acuden a psicoterapia y no saben cuando acabar. Y lo que es peor: no encuentran soluciones. Recuerden que es necesario que en cada sesión hay que evaluar nuestras metas y objetivos. El modo más simple de observación es la escala. Aplíquenla.

Consejos de un experto
Cómo saber cuándo poner fin a la terapia
Claves para darse cuenta de si las metas ya se han cumplido
(La Nación)


NUEVA YORK.– Si usted piensa que terminar la relación con un amante o un esposo es difícil, intente cortar con su psicoterapeuta.
Una escritora amiga mía lo intentó hace muy poco y le resultó sorprendentemente dificultoso. Varios meses después de conseguir el contrato para un libro advirtió que tenía problemas.
“Estaba completamente paralizada y no podía escribir –dijo–. Tenía que hacer algo pronto, así que decidí ingresar en psicoterapia.”
Lo que comenzó como un caso simple de bloqueo de un escritor se convirtió en siete años de intensa terapia. Ante todo, ella encontró que la terapia le era muy útil. Terminó una segunda novela y sintió que la relación con su marido era más fuerte. Pero cuando mencionó el tema de terminar su tratamiento, su terapeuta se resistió fuertemente, lo que molestó a la paciente. “¿Por qué necesito la terapia –quiso saber–, si me estoy sintiendo bien?”
Millones de personas realizan psicoterapia y la experiencia de mi amiga despierta dos preguntas relacionadas y asombrosas: ¿cómo sabe uno que está lo suficientemente sano para decirle adiós al terapeuta? y ¿cómo debería el profesional manejar la situación?
Salvo raras excepciones, el objetivo último de todo buen terapeuta es llegar a no ser más necesario. Después de todo, sea lo que sea lo que lo llevó a hacer una terapia en primer lugar -depresión, ansiedad, problemas de relación-, el objetivo común del tratamiento es sentirse y funcionar mejor independientemente de su terapeuta.
Digámoslo francamente: se supone que una buena terapia tiene que llegar a un punto final. Pero ¿cuándo? ¿Y cómo lo sabe el paciente? ¿El criterio para finalizar es la "cura" o sólo se trata de sentirse lo suficientemente bien como para suspenderla y vivir las inevitables limitaciones y problemas que todos tenemos?
Salir de la rutina
El término "cura", pienso, es ilusorio, incluso indeseable, porque siempre habrá problemas que solucionar. No tener problemas es un objetivo irreal. Para los pacientes es más importante poder manejar sus problemas y la adversidad cuando inevitablemente llega.
Pero aun cuando los pacientes sienten que han logrado algo importante en la terapia y están "lo suficientemente bien", no es siempre fácil decirle adiós al terapeuta.
No hace mucho tiempo evalué a un abogado que había estado haciendo psicoterapia durante nueve años. La había comenzado, según me dijo, porque le faltaba sentido de dirección y no tenía relaciones cercanas.
Pero durante seis o siete años había sentido que él y su terapeuta sólo estaban perdiendo el tiempo. La terapia se había convertido en una rutina, como ir al gimnasio.
"No es que haya pasado algo malo -me dijo-. Es que no está pasando nada." Ya no era una psicoterapia sino una forma cara de conversar. Entonces, ¿por qué continuaba con ella? En parte, creo, porque la terapia es esencialmente una relación desigual. Los pacientes tienden a ser dependientes de los terapeutas.
Aun cuando la terapia es problemática o insatisfactoria, podría ser preferible a dejar todo y recomenzar nuevamente, con un terapeuta desconocido. Más allá de eso, los pacientes a menudo no dejan la terapia por la sola razón que la comenzaron.
Por ejemplo, un paciente dependiente no puede abandonar a su terapeuta; uno masoquista sufre en silencio el tratamiento con un terapeuta que lo retiene; uno narcisista, ansioso por gustar, teme desafiar al terapeuta y así sucesivamente.
Por supuesto, uno puede preguntarse por qué en esos casos los terapeutas no piden una pausa y se preguntan si el tratamiento está estancado o no está funcionando. Puedo pensar varias razones.
Algo más que entusiasmo
Para comenzar, los terapeutas son gente entusiasta y siempre pueden identificar nuevos temas en los que uno puede trabajar. Luego, por supuesto, hay un motivo del que no se habla. Los terapeutas tienen inevitables intereses económicos para mantener a sus pacientes en tratamiento.
Por otro lado, los terapeutas tiene necesidades emocionales insatisfechas, como cualquier otro, que algunos pacientes satisfacen. Los terapeutas pueden encontrar que algunos pacientes son tan interesantes, excitantes o divertidos que puede resultarles difícil dejarlos ir.
Así que la mejor manera de responder a la pregunta "¿ya estoy listo para dejar la terapia?" es enfrentarla. Periódicamente, analice su progreso y pídale a su analista que le hable al respecto.
¿Cuán cerca está de sus objetivos? ¿Cuánto mejor se siente? ¿Sus relaciones y su trabajo son más satisfactorios?, son algunas preguntas posibles.
Hasta puede preguntarles a amigos cercanos o a su pareja si ven algún cambio. Si piensa que está mejor y considera finalizar el tratamiento pero el terapeuta no está de acuerdo, es el momento para una consulta independiente. En efecto, luego de una consulta, mi amiga escritora terminó su terapia y no lo lamenta.
El abogado finalmente reunió el coraje para decirle a su terapeuta que a pesar de que disfrutaba de hablar con ella, realmente sentía que había llegado el momento de terminar. Para su sorpresa, ella estuvo de acuerdo.
Si contrariamente a ellos dos, usted todavía no puede decidir si quedarse o partir, considere la posibilidad de un experimento. Tómese varios meses y vea cómo es la vida sin la terapia. De esa manera tendrá la posibilidad de juzgar los efectos sin estar realmente en tratamiento y sin pagar por él. Recuerde que siempre puede volver.

Por Richard A. Friedman
De The New York Times
El autor es profesor de psiquiatría del Colegio de Medicina Weill Cornell, de los Estados Unidos
Traducción: María Elena Rey