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1 comments | lunes, julio 25, 2005

Se conocen y tienen hasta ese momento infinidad de cosas por compartir. La ausencia alimenta el deseo que alimenta la ausencia. Se disipan sus temores, sus necesidades: sus carencias son hasta cierto punto comprendidas y valoradas. Es lo que alimenta la relación.
Con el paso del tiempo comparten más que necesidades, temores y carencias. Se han convertido en amantes. Pueden pasar todo el día encerrados, observándose y siendo devorados por el silencio y el deseo sexual. Y el tiempo transita y cada vez se conocen más y cada vez la conoces más.
Era imposible permanecer juntos sin ocultarse nada. Las parejas que llegan a conocerse demasiado acaban despreciándose.
Y volviste bastante aburrido. Y agotaron todo lo que podrían ofrecerse el uno al otro.
Al menos tú ya no tenías nada que conocer. Y no estabas dispuesto ya, a tener algo que ofrecer. Confundes el momento con la eternidad. Es una lástima que el placer vaya tan unido a unas ganas de estropear las cosas. Es la propia (o misma) necesidad la que te perturba. La necesidad de buscar tu propia destrucción. Todos compartimos aquella necesidad inconfesable. El único problema es que siempre terminamos sobreviviendo.
Sobrevivir es una actividad soterrada, avara, silenciosa. Representamos sentimientos perdidos. Ausentarse es una forma de callar. Ausentarse para siempre es buscar el silencio definitivo. Ignoramos muchas cosas de las personas con las que vivimos.
¿Recuerdas la noche más larga de tu vida? Todo termina. Espantar la amenaza del amor. Antes o después, todos deseamos que muera nuestra amante. El miedo es la pasión más baja. Y nada provoca tanto miedo como el riesgo de verse contagiado por la pena, esa pena que habita en el interior de todos nosotros, esa rata viva que llevamos en el estómago y que tan dolorosamente apaciguamos.
Un par de días en común bastan para sofocar pasiones que se anunciaban inagotables. El mundo es enorme cuando en casa no se puede respirar. La vida cotidiana. El silencio es una imagen. Te empecinas en encontrar la manera de ser abandonado.

Sin mujeres, probablemente acabes convirtiéndote en un autista.
Las mujeres tienen una clara tendencia a dar por buenas las decisiones que han tomado, la que las condena a veces a soportar a su lado a hombres consumidos por la duda.
Una amante es una persona que entra y sale sin tener que dar explicaciones y mucho menos de carácter sentimental. Solo una persona tan frágil como tú podía permitirse el lujo de tener una reacción tan parcial y tenerla además sin perder el aplomo; como eras capaz de decepciones sin límites llegabas a olvidar por completo tu propia culpa.
“La mujeres somos sencillas, solo queremos que todo siga siendo importante”.
Yo no te oculto nada. Solo sucede que me niego a decírtelo. “Yo me sacrifico por ti, debes amarme de la misma manera”.