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Aun siendo niña, Izu Murakami recibía en la copa del árbol mas grande del patio de juegos y durante las horas de recreo a numerosos niños que asistían a consulta en un espacio instalado especialmente por ella. Los niños esperaban pacientemente su turno. Algunos tenían problemas con sus estudios, otros con sus padres, o simplemente compartían asuntos y dificultades de carácter sentimental.
Izu escuchaba pacientemente y cada niño se expresaba libremente. Luego de terminar, habría un libro de haikus que llevaba a las sesiones y citaba uno o varios poemas dependiendo las circunstancias y la gravedad del problema.
Serpiente;
no es a ti a quien temo,
es al gusano.
no es a ti a quien temo,
es al gusano.
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