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1 comments | miércoles, julio 13, 2005


Hay discos que escuchas una y otra vez porque sencillamente te gustan y te producen algo presente.
Hay otros que escuchas una y otra vez porque sencillamente te gustan y; luego te producen algo pasado. Es decir te remiten a espacios anteriores cargados, claro, de melancolía, con tanta intensidad que muchas veces te obligan a tener que cambiar de disco y escoger otra cosa, de lo contrario explotas. Y ya ha pasado un año y el sentimiento es tan fuerte, tan intenso que no solo consigue el cambio emocional sino que además alteran tu ritmo biológico agravando por ende el estado mental emocional; y cuando se juntan la ansiedad emocional y la ansiedad biológica pues eso deja de ser simple melancolía y se transforma en un estado completo, total.
Seria preciso introducir aquí una analogía. La de los discos que suenan como concierto o la de los conciertos que suenan como discos. Esto es bajo la magia de la improvisación que es lo único que separa la una de la otra. Es en el concierto donde realmente uno puede darse cuenta de la calidad de lo que escucha, de la calidad de los músicos o de la calidad del cantante. Pero que mas se le puede pedir a Chucho (no Bebo, porque vino Chucho) y a El Cigala. Escuche alguna vez a Chucho decir a Bebo luego de tocar juntos: “el que pide otra esta loco”. Y bueno, esa noche estuvimos todos locos porque pedimos otras y no solo otras sino al final pedimos otra de lo mismo que finalmente fue otra pero no de lo mismo porque cada interpretación tenía un matiz esencial pero distinto. El concierto duro más de lo que seguro planeaba durar. Todos recibimos más de lo que pensábamos recibir. Y pedimos más de lo que pensábamos pedir. El Cigala dejo atrás su resfriado y a Chucho el pesado anillo no le impedía mover las manos como quien mueve las caderas. El Cigala pedía mas pisco y Chucho no paraba de sonreír y esmerarse haciendo olvidar a su padre, el gran Bebo.
No es la música de tu generación ni la música de mi generación. Esta música es la música de las generaciones, Al concierto llegaron abuelos, hijos y nietos. Todos estábamos ansiosos hasta la salida del señor inmenso de terno chillón y sonrisa dorada que al sentarse metió al bolsillo a todos con un impecable solo de la Flor de la Canela.
Luego salió el flaco y se sentó con una mano; la otra sostenía una copa de pisco y el pañuelo flotaba del bolsillo pectoral del saco. Que difícil recordarlo.