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1 comments | lunes, julio 31, 2006

Armando Robles Godoy no puede ser el padre del cine peruano porque este aun no ha nacido.

Ayer, luego de la insoportable e indigesta Bala Perdida de Aldo Salvini, donde se ve consumada toda la estupidez que comete el “cine peruano” (Muerto de amor, Un marciano llamado deseo, Mañana te cuento, Peloteros y etc., la lista es larga) al formular una historia asumiendo el cine como serie televisiva y, luego de haber tenido todo un día de producciones nacionales, pasada la medianoche trasmitieron una película muy agradable, llamada La vida es una sola, de Marianne Eyde. Se trata probablemente del mejor acercamiento a los años de violencia política y terrorista en el país en zona serrana. Una película que a diferencia de Paloma de Papel condensa mayor naturalidad y personajes mejor desarrollados y concretos, con actores muy versátiles que le otorgan al film momentos casi documentales. Es el retrato de una comunidad de existencia negada, asumida por la orden militar como un error geográfico, un pueblo con obligaciones, sumido en la paradoja del (no) ser y (no) estar en la violencia, proporcional entre el estado y la lucha armada terrorista. Luego de ver esta película, probablemente Paloma de Papel deje de tener un mínimo de interés. Recoge el mismo argumento sin convicciones.
Deja a La vida es una sola, sola, sin compañía.