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0 comments | martes, agosto 07, 2007

Me permito reproducir un documento adjunto que nos envía el tío César, para aquellos interesados en comprender que desarrolla la Psicoterapia Sistémica Breve.


Pensando al revés: La Terapia Sistémica Breve como alternativa inteligente y eficaz para el cambio

César Vásquez Olcese & Teresa Mendo Zelada


La solución más simple suele ser la más plausible
Guillermo de Occam


Dentro de la práctica habitual de un psicólogo, de un maestro o de un padre de familia (por mencionar solo algunas situaciones) se suelen presentar casos como el siguiente:


Un joven se muestra muy preocupado por su fobia a enfrentar a sus compañeros de estudio durante sus exposiciones en clase. Refiere sudoración de manos, agitación, y la noche previa a la presentación, insomnio y pesadillas. Maneja su temor evitando presentarse a clase, obteniendo certificados médicos que lo salven de la situación y justifique sus inasistencias. Cuando no lo puede evitar, se resigna a pararse al frente del salón sintiendo como el sudor le corre por la frente y el pecho, las piernas le tiemblan y la mente se le pone en blanco, borrando días completos de estudio y preparación. Rojo como un tomate, pide permiso y se retira del aula desapareciendo por una o dos semanas, y a veces hasta el semestre siguiente. El joven no oculta su sorpresa cuando el terapeuta, en lugar de adiestrarlo en técnicas de relajación o de suministrarle un tranquilizante, le pide que todos los días y durante media hora, se encierre en su habitación y reviva en su mente la tortura de enfrentar al auditorio con todo detalle; es más, le pide que sufra durante esa media hora. Luego, tiene que levantarse, lavarse la cara con agua fría y seguir con su día. La fecha de la exposición debe hacer lo mismo media hora antes de clase, y además debe iniciar su ponencia pidiendo disculpas por su nerviosismo y por los posibles errores que pueda cometer. Luego, que venga lo que venga. La sorpresa es grande cuando al tocarle el turno de salir al frente se siente extrañamente calmado; salvo una ligera agitación en la respiración no nota mayor síntoma de ansiedad. Ni una gota de sudor. Sigue con lo convenido y la exposición transcurre dentro de lo aceptable. Incluso al finalizar la clase un compañero le pregunta dónde aprendió “ese recurso retórico” de pedir disculpas por anticipado. El también quiere usarlo. Algo confuso, no entiende qué es lo que pasa pero decide seguir intentándolo en lo sucesivo. Luego de usarlo una vez más, se da cuenta que ya no lo necesita. Su temor ha desaparecido por completo. Es libre en ese aspecto de su vida.


La situación descrita suele ser uno de los casos “tipo” dentro de la terapia sistémica breve (TSB). Este tipo de terapia constituye un desarrollo posterior dentro de las terapias de orientación sistémica. Busca obtener resultados en el más corto tiempo (generalmente en un máximo de 10 sesiones, aunque normalmente es en mucho menos tiempo), simplificando para ello los procedimientos de evaluación e intervención terapéuticas. Esto ha sido posible luego de décadas de acumular experiencia y de pensar y repensar lo sistémico y lo terapéutico. Se fueron así refinando las técnicas, eliminando etapas y pasos innecesarios, y se adoptó una epistemología posmoderna y constructivista, que flexibilizó la visión del terapeuta, adaptándolo de mejor manera a la realidad del consultante.


Dentro de la TSB encontramos diversos enfoques, pero destacan especialmente dos: la terapia estratégica desarrollada en el Mental Research Institute (MRI) de Palo Alto en California, con Paul Watzlawick (recientemente fallecido) y Giorgio Nardone como cabezas visibles, y la Terapia Centrada en las Soluciones, con Steve De Shazer (fallecido el 2006), Bill O’Hanlon, Eve Lipchik, Michel Weiner-Davis y Kim Soon Berg, como sus más destacados terapeutas.

Estos enfoques se han ido refinando con los años, llegando incluso a protocolizarse, facilitando así su aprendizaje, y el seguimiento fiel de sus principios y técnicas. Todo ello redunda en beneficio de la eficacia y eficiencia terapéuticas, y además facilita en el terapeuta novato el aprendizaje de la terapia y la adquisición de experiencia útil.


Lo característico de la terapia del MRI es la identificación de los intentos fallidos de solución frente a una dificultad. Bajo la hipótesis de que el problema no es el problema, sino las soluciones que utilizamos y que no funcionan, los terapeutas estratégicos nos enseñan cómo bajo ciertas circunstancias –repitiendo nuestras conductas bien intencionada pero ineficaces- podemos convertir una dificultad de fácil solución en un problema que puede generar patologías severas e ingente malestar psicológico. Hacer “más de lo mismo”, aunque no funcione, constituye la raíz de casi todos los males de la humanidad.

El terapeuta estratégico, basándose en los principios y técnicas de su enfoque, buscará comprender la forma de pensar y reaccionar del consultante; y una vez hecho esto, utilizará todo su arte para generar sutiles cambios en su rígida percepción, y en la secuencia problema-solución infructuosa-problema. Generará un cambio de 180º, un hacer lo opuesto a lo habitual, que destrabe la situación y lleve a buen fin el problema por el que solicitó ayuda.

Podemos ejemplificar lo dicho en el siguiente caso: una mujer se queja de que su hijo adolescente no la obedece cuando le pide que haga las tareas. Esto está llevando a un bajo rendimiento escolar y a un acelerado deterioro de su relación con él. Los intentos de solución de la madre han sido llamarle la atención, gritarle, llorar de rabia frente a él, castigarlo físicamente, quitarle el habla durante días y acusarlo con el padre. Desde su perspectiva “a hecho todo lo imaginable”, y considera que sus soluciones son las únicas adecuadas, puesto que debe legitimar su postura como autoridad frente a él. Esta concepción, rígida por demás, la lleva a “aumentar la dosis” de lo que no funciona, y le impide percatarse de que ella ahora es parte del problema y no de la solución.


El terapeuta en este caso debe empezar por evitar darle la contra a la señora; de ser así se ganaría su animadversión y sería expulsado del sistema como un cuerpo extraño y amenazante. Confirmar su percepción, señalándola como bien intencionada y sacrificada, ayudará generar alianza con ella y a facilitar el trabajo en conjunto, ahorrando mucho tiempo en la terapia. Si a ello le suma el redefinir la conducta del hijo, ya no como rebelde o mal intencionada, sino como de “oído duro”; como alguien que de tanto oír lo mismo ya “se acostumbró” y no discrimina cuando se le habla en serio y cuando no, no solo captará la atención de la madre sino que le generará una nueva visión de la situación, es decir, un reencuandre cognitivo que ayudará al cambio. Manteniendo la “intención positiva” de la mamá, se le inducirá a interesarse por una manera diferente de captar la atención del hijo, y de esta forma lograr la meta deseada. La destreza y creatividad del terapeuta lo llevarán a sugerir una intervención ad hoc: normalmente una tarea que rompa la secuencia problema-solución. La tarea de la sorpresa o una variante de la técnica del “sabotaje benévolo” podrían ser de utilidad aquí. Y no sería de extrañar que en la segunda entrevista la señora reporte cambios significativos.

Actualmente la terapia del MRI ha experimentado cambios interesantes. Conocida como terapia estratégica evolucionada, los aportes novedosos han venido sobre todo de Giorgio Nardone y su grupo de Arezzo en Italia. Ellos han desarrollado una muy interesante forma de terapia super breve conocida como “diálogo estratégico”. En ella -conservando las ideas y técnicas del MRI original- han incorporado los aportes de la tradición sofística, la ilusión de alternativas (utilizada profusamente por Milton Erickson), el viejo arte de las estratagemas chinas y las geniales ideas de Blas Pascal para el arte de la retórica y la persuasión. Haciendo uso de una verdadera “orfebrería del lenguaje”, el terapeuta logra convencer al cliente, en muy poco tiempo, de renunciar a su postura inadecuada y de adoptar la del terapeuta…asumiéndola como propia. Y hace todo esto sintiéndose en todo momento entendido y aceptado.

En lo que a la Terapia Centrada en las Soluciones (TCS) respecta, ésta constituye un desprendimiento y posterior evolución de la terapia estratégica. Surgida casi por accidente, su idea principal postula que un problema no se presenta el 100% de las veces; y que cuando no lo hace es porque estamos implementando cambios sin darnos cuenta o sin valorarlos lo suficiente. La identificación de estas ocasiones en las que el problema brilla por su ausencia (llamadas excepciones), además de las acciones que realizamos en estos casos y su mantenimiento en el tiempo, constituyen la esencia de la TCS. La idea es simple: si te das cuenta de lo que haces cuando tu problema no se presenta, y lo sigues haciendo…pues tu problema se resolvió.

Puede parecer muy simple el concepto, pero detrás de él se ocultan muchas ideas novedosas: una actitud positiva y optimista del ser humano; un uso especial del lenguaje, llamado lenguaje presuposicional; una forma novedosa de entrevistar y de evaluar el comportamiento; y, sobre todo, una eficacia terapéutica muy alta. La cantidad de recursos a disposición del terapeuta es enorme. Lo esencial aquí es ir canalizando el lenguaje y la percepción del consultante, desde el problema a las ocasiones en las que éste es derrotado por la persona que solicita ayuda. Casi sin darse cuenta y en muy poco tiempo, los clientes perciben cambios internos significativos que los tornan más optimistas, y se abren ante sí diversas posibilidades no vistas antes. Cuando ello ocurre, la solución suele esperar a la vuelta de la esquina.

Como caso que ejemplifique lo antes dicho, podemos citar a la señora que acude a consulta muy preocupada por la tartamudez de su hijo. El niño de 6 años presenta tartamudez muy acentuada desde que ella empezó a trabajar hace unos meses. Se la escucha con atención, validando su preocupación y sus deseos de hacer algo. Luego se le aplica la “pregunta del milagro” (de uso común en la TCS), solicitándole que describa la situación ideal e imaginaria donde el problema de su hijo no se presenta “por arte de magia”. Ella describe detalladamente dicha situación, la conducta de los implicados (ella, sus hijos y el esposo) y el significado psicológico que tendrán los cambios cuando se den. El desarrollo de este “milagro” va desplegando ante la consultante un panorama lleno de opciones que surgen de ella misma; su cambio de ánimo y actitud son evidentes y positivos. Ahora solo basta solicitarle que durante la semana identifique en qué ocasiones este “milagro”, o parte de él, se hacen realidad; y, si se anima, que ella misma busque realizarlos intencionalmente. A la semana siguiente retorna a consulta señalando que durante todos esos días la tartamudez del hijo ha desaparecido casi por completo. Está exultante y feliz; muy motivada para seguir adelante. A través de otras preguntas y apreciaciones se busca consolidar el cambio. Luego de una llamada por teléfono un mes después, se da por terminada la terapia, al no existir recaídas significativas. En caso de episodios eventuales de tartamudez, la madre ya sabe cómo actuar y se siente confiada.


De haber adoptado una postura tradicional, posiblemente se hubiera complicado la situación con innecesarias evaluaciones y derivaciones a especialistas de audición y lenguaje. Aquí se percibe que la “navaja de Occam” sigue tan afilada y efectiva como siempre: la explicación más simple suele ser la más plausible.

Estos enfoques terapéuticos se encuentran ya a nuestra disposición. Podemos aprenderlos y dominarlos. Y no son solo están destinados a los psicólogos o psiquiatras. Cualquier profesional puede aprender y aplicar, adaptándolo a su campo de acción, las ideas de la TSB y obtener resultados asombrosos. Sea en el campo de la salud, la educación, la empresa (Nardone a escrito específicamente sobre las organizaciones y su abordaje estratégico), y la vida cotidiana, la búsqueda de soluciones y el problem-solving estratégico pueden hacer la diferencia. Como lo hicimos en un artículo anterior, consideramos que la TSB constituye una alternativa necesaria y adecuada a nuestra realidad tan necesitada de soluciones. Al igual que las TIC y el EFT, la TSB constituye, entonces, también una terapia de última generación.