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0 comments | lunes, agosto 20, 2007

Terminó hace un mes la feria del libro y lo inusual ha sido que los actores de La gran sangre han firmado más autógrafos que cualquier escritor. Ni siquiera Arnie Hussid pudo con ellos, que alborotaron el último día de la feria. Ni Beto Ortiz.
Extraño.



Las compras de último minuto descubrieron algunos stands con libros realmente atractivos. La Familia tenía un 50% en libros de la editorial Tusquets, que incluían algunos Irvings y algunos Updikes; entre ellos Parejas. Al costado, Taschen ofertaba con un 20% las interesantes colecciones de Arte y Arquitectura que conocemos y disponen. No pude llevar nada de ahí aun cuando un amigo confirmaba que todas mis compras y lecturas de tiempo contenían historias de parejas. No me llevé la de Updike pero cruzando el stand de La Familia, en el puesto vecino, pude encontrar una variedad de ofertas que incluían a mi grupo selecto de lecturas sobre parejas, un nuevo título: Doble Pareja, de John Irving. Compra añadida al grupo que incluye Cuentos de matrimonios de Vicente Verdú, y a las lecturas anteriores recién terminadas y otras a punto: El amor conyugal de Alberto Moravia (que tiene un final realmente devastador y que ha provocado después de tiempo en mi organismo, una sensación similar a la que en su momento provocó el final de Seize the day, la más breve y no por eso menos intensa novela de Saul Bellow), El Teatro de Sabbath de Philip Roth, atrapado esta vez en una relación amorosa atípica entre dos amantes casi ancianos y todo lo que involucra la pérdida y el posterior fracaso de una voluntad que deviene en ruinas con en el tiempo; Shalimar el payaso, de Salman Rushdie, novela monumental, novela total. Es indiscutible la capacidad, el tacto y la tonalidad poética que tiene Rushdie para fabricar excusas. En Shalimar el payaso, una historia de amor puede desprender situaciones y escrituras border en conflicto. Rushdie y su genialidad pueden articular tiempos tan diversos como la soledad y la vida contemporánea, la segunda guerra mundial y el conflicto indopaquistaní. Espectacular.




Y mi vuelta a El Pasado de Alan Pauls, que había leído hace unos meses ubicado en una biblioteca y ahora encuentro sobre mi mesa al llegar a casa del trabajo; el paquete, procedente de Alicante, España, traía las buenas noticias de apoyo a mi nueva adicción: padezco de la enfermedad Alan Pauls, cuyo primer síntoma ha sido La vida descalzo, otro libro llegado no de tan lejos a inicios de año. Deslumbrante. Ya lo comentaré. (Nada más debo agregar que Bolaño tenía razón: “…Es usted uno de los mejores escritores latinoamericanos vivos y somos muy pocos los que disfrutamos con ello y nos damos cuenta.”) Espero que sigan habiendo sujetos no tan extraños que sigan alimentando cruelmente mis recaídas. E historias similares a las de Alan Pauls ( cuya lectura en mi caso obedece al mito temporal propio de Pauls: suplantar la lectura crono-lógica por la lectura pato-lógica) y Philip Roth. Más pérdidas y más fracasos. El deterioro de la voluntad.




Otras compras han sido Spider, de Patrick McGrath, al que acaban de adaptar nuevamente Asylum, una novela del 2004 malamente traducida como Locura y que enrique acaba de comentarme que es un film extraordinario, con una construcción de personajes espléndida, una calidad maestra, al nivel de las obsesiones del mejor McGrath. Debo recordar que Spider ha sido también adaptada por David Cronemberg. Sino quien más. Recordemos que es el mismo McGrath quien elabora los guiones en cada adaptación. Para empezarla, espero terminar con En lengua materna, de Chang Rae Lee, una de las compras de Anagrama junto a Monte Miseria, de Samuel Shem, psiquiatra de Harvard que puso histérica a la comunidad médica con la primera parte de este libro, Casa de Dios, donde arremete furia -como lo hace ahora con la psiquiatría en Monte Miseria- con toda la educación médica de los Estados Unidos. Esta vez la puñalada va dirigida a la práctica psicoterapéutica contemporánea en el país americano. (Me interesa muchísimo lo que está pasando con la práctica de la psicoterapia actual. Sus defectos, sus lapsus, sus conflictos, sus rupturas, sus equivalencias, y sus posibles alternativas. Ejerzo la psicoterapia. Y me preocupa. He ojeado brevemente el libro y promete.)


En lengua materna es una novela dentro de la línea que expone el costumbrismo étnico y local, el devaneo inmigrante, el desarraigo y la desventura de un coreano cuya existencia desenvuelve un misterio propio de la mejor literatura del país adoptado por Rae Lee, a quien en su momento Granta y The New Yorker confirmaban como una de las más grandes promesas del siglo en la literatura de su país.




Otras de mis obsesiones son los libros de Lengua de Trapo y su colección Otras lenguas, de los que esta vez me tocó llevar La máquina de triturar niñas, del francés Tonino Benacquista, junto a La vara de zahorí, de Michael Knigth, escritor al que Rodrigo Fresán –quizá quien mejor conoce el panorama actual de la literatura estadounidense- dedica simplemente lo siguiente –aparte de afirmar que se trata de un alumno estrella del mejor John Cheever y compañía-: “…un escritor que llegó para quedarse y que ya en su primera novela ha encontrado oro en ese campo de golf donde todavía juegan los fantasmas inmortales de sus maestros.” Libros sumados a otros títulos de la misma editorial que compré a inicios de año en la Feria del Parque Kennedy y recomiendo: La traductora, de Leila Aboulela, una bella historia de amor sobre el cruce y la (im)posibilidad de la diferencias, libro que –anécdotas- conmovió profundamente al propio J.M. Coetzee, que recomienda la novela en su tapa; Haz el favor de no llamarme humano, de Wang Shuo, humor ácido, divertido; Porqué se cuece el niño en la polenta, de Aglaya Veteranyi, con un registro programático y evocativo, un retrato dulce e inmisericorde. Un registro particular de escritura vertical, un ejercicio claramente experimental y poético, que luego han intentado recrear-asumo, lo visible es una suposición- bloggers como Claudia Ulloa, que en su webblog intenta practicar la lección.




La obligada lectura paralela a En lengua materna es El fin de Alice, de A.M. Homes, autora quedescubrí con Música para corazones incendiados, suerte de sátira familiar y psicosocial heredera de una tradición que junto a Homes parece tradicional y púdica. Como si todo lo anteriormente escrito hubiese ocultado un punto vacío y un tiempo muerto del que posteriormente se encargaría la bella in black and white Homes. De lo que avancé con El fin de Alice puedo detallar que hay un punto culminante en la cuarta parte de la historia, en la línea de la casa incendiada en la misma cuarta parte de Música para corazones incendiados. Yo creo que con ese cuarto del total de páginas, ya está pagado todo el libro.


En fin, la feria ha sido un largo viaje, un viaje a uno de esos lugares al que llegamos y en lugar de visitar y recorrer la zona, nos apropiamos de nuestra propia soledad para volver con la extraña sensación –y el paradójico encantamiento- de no haber visto nada.