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0 comments | jueves, diciembre 28, 2006




Desde que inició el año escolar la maestra ha pedido a Gabriela, mi pequeña hermana que está en quinto grado de primaria, redactar cada semana un comentario crítico personal de alguna noticia o hecho político.


Gabriela compra el diario los fines de semana. La recuerdo una primera vez recortando entusiasmada algunos artículos y luego escribiendo sus primeras impresiones de aquellas noticias escogidas.

El entusiasmo le (nos) duró poco. Una sola vez. A la profesora se le ocurrió calificar con una nota el trabajo de las niñas. Gabriela sacó un 11 que derrumbó su entusiasmo y alentó el miedo y la inseguridad en sus propias palabras. En su propio lenguaje.

Las siguientes semanas ha pedido ayuda a su padre e incluso a mí para redactar su comentario, con un claro intento de que seamos nosotros los que resolvamos con nuestro lenguaje, las imperfecciones de su tarea. El miedo a expresar su propia observación. Su propio lenguaje en desarrollo.

La nota ha despertado una competencia que Gabriela considera desigual; reconoce que el trabajo de sus otras compañeras es redactado por sus padres (lo dicen las propias chicas).
Nosotros alentamos su esfuerzo y su trabajo al tiempo que despreciamos la decisión de la profesora de calificar un proceso de formación humana; un gesto contrario a lo que en Educación, el gran maestro chileno Humberto Maturana denomina, la Biología del amor, que no es más que el amor entendido como el dominio de las conductas relacionales a través de las cuales el otro surge como un legítimo otro en convivencia con uno.

La competencia y el miedo en las niñas producen rechazo y odio mutuo. Empieza a generar conflictos personales en las niñas. Agresión, entendida como el dominio de las conductas relacionales a través de las cuales el otro es negado como un legítimo otro en convivencia con uno. Las notas y la falta de reconocimiento en el esfuerzo (¡porque vamos, es un gran esfuerzo para las niñas!) reproducen una Autoridad, entendida como el dominio de las conductas a través de las cuales al otro se le niega autonomía de acción y reflexión en convivencia con uno, que atemoriza y descalifica. Porque las notas, en este propósito, no tienen otra significación que no sea el Negar.

De otro lado la competencia, el gran mal de la educación actual, deviene Indiferencia, entendida como el dominio de las conductas relacionales a través de las cuales el otro no tiene presencia en el espacio de convivencia con uno. Además como ya hemos visto, la competencia deviene Agresión entendida como el dominio de las conductas relacionales a través de las cuales el otro es negado como un legítimo otro en convivencia con uno. Porque la competencia es la simple negación del otro. Ninguna competencia, desde el momento que involucra una agresión, es SALUDABLE. Menos para la educación y la formación humana.

Por otro lado es posible encontrar en el ejercicio un claro propósito de la profesora y la escuela para preparar ciudadanos útiles y responsables desde el manejo de la opinión pública. Pero este no-es-el-propósito-de-la-educación. Esto es resultado del crecer y ser educado en el respeto por sí mismos en la convivencia. Lo demás viene por añadidura. El quehacer y la formación humana ocurren en el lenguaje. Los asuntos políticos no son hechos de formación para la niñez y su conducta. La educación no es ni debe ser la preparación de niños y niñas para ser útiles a la comunidad. Esto es el resultado de su crecer naturalmente integrados en ella. Ser reconocidos como miembros únicos y legítimos. En convivencia.