Martín Barbero. Los géneros mediáticos y la identidad cultural de los pueblos.
Réquiem
Leyendo el mail enviado a maria andrea y que coloca en su weblog, recuerdo una ¿anécdota? desconcertante y contradictoria ocurrida en un viaje que hice a Huamachuco en días que el pueblo celebraba el 450 aniversario de su fundación. Me invitaron y tuve que aceptar ir a la Plaza de toros, la segunda más importante del país. Para un huamachuquino es un honor y placer que uno de sus invitados conozca su plaza de toros. Nunca sentí tan de cerca la molestia del desaire. Y tuve que ir.
En la plaza se desarrollaba una corrida con toreros invitados de España y Lima (que incluía una promesa adolescente). En uno de los momentos intermedios de la corrida empezaron a picar al toro, exactamente a la altura donde es finalmente clavado por el enorme sable del torero (a esta zona le llaman la cruz). El propósito del cruel y desmedido picoteo es ablandar la zona de la cruz, para facilitar la entrada del sable en la parte final de la corrida.
Entonces la gente, ante este espectáculo cruel y mostrando ¿algo? de sensibilidad, empezó a pifiar y condenar el gesto. Y al animador del evento no se le ocurrió mejor argumento para calmar los ánimos. Coge el micrófono y dice: “Y recuerden, no se olviden que los toros sacrificados esta tarde serán donados para nuestra parrillada, a realizarse el día de mañana y al cual están todos invitados”.
Estas palabras fueron suficientes para restituir la algarabía del aficionado concurrente y el coro emergente de aliento: “! Mátalo, pícalo, mátalo, pícalo! ¡Mátalo!”.
Nunca antes había presenciado en tan breves segundos, un cambio de sensibilidad tan radical y absoluto.
Y leyendo el mismo mail he recordado también la estupenda lección de Alonso Alegría- usando la lírica del porqué los medios justifican un fin, y olvidando que los medios definen el fin- sobre qué hace del toreo un arte y porque Yerbateros no se compara con la plaza de Acho ("Pero las víctimas de Yerbateros y los enemigos de Acho no son comparables. Unas son reses mansas, cebadas para morir, animalotes de mirada blanda y constante rumiar que nunca abrigaron un sentimiento agresivo contra cosa alguna. Las otras son fieras que solo desean perforar con sus cuernos hasta dar muerte a todo aquello que se mueve, desde un caballo hasta un manso cordero. En su último momento estas fieras habrán arremetido contra el torero en un acto de fatal agresión. Morirán en eso y por eso”. Alegría dixit. Es la elegancia del verdugo contra la vulgaridad del matarife Y como bonus track, la estupenda lección de cómo las entradas de Google definen quién es quién y quién es mejor en lo que hace). Textos que quise comentar en su momento y terminaron archivados. Textos aparecidos penosamente en la sección cultural de peru21, un espacio que se convierte periódicamente cada domingo (“tengo las credenciales académicas y la experiencia y el éxito suficientes para dar autoridad a mis comentarios y, por otro lado, es importante para el público recibir una orientación autorizada. También pensé que para mis colegas y alumnos podría ser importante y hasta instructivo lo que yo escribiera, dados mis cuarenta y tantos años de experiencia teatral. En fin, la idea que estoy tratando de comunicar es que quien publica crítica debe ser un experto que escribe bien y no un lector o espectador cualquiera, por bien que escriba. Estoy hablando, naturalmente, de medios serios”. Alegría dixit. Imagino cuantos de los alumnos de este señor se forman leyendo su columna.) en un espectáculo de dame que te doy y te doy y dame y dame mucho más que me mantiene vivo y me permite escribir.
Y sobre esto una reflexión: al tiempo y en buena parte, las columnas culturales y periodísticas se han convertido en campos de batalla y trincheras personales de ataque y defensa (sucede también con Hildebrandt desde La Primera y su oponente desde su weblog). Nos encontramos bajo el influjo de la espectacularización. La nulidad del diálogo y la espectacularización del debate a niveles sensacionalistas. La espectacularización de la cultura (el término reducido al contexto) está de moda.
¿Como establecen prioridades y críticas de la propia información los directores de los diarios? ¿Bajo que criterios deciden si un contenido califica o no para su edición? ¿Cuales son los esquemas culturales que el director de peru21 espera configurar en sus lectores a través de cada columna (que también las tiene de nivel y excepción, caso Bruce, caso Manrique, caso Rospigliosi, y por ahí algunos más que olvido)?
Porque ya sabemos que los medios de comunicación masiva son instrumentos cuya potencialidad puede definir realidades y moldear el trayecto de un devenir social y cultural (el término amplio y complejo). Los espacios culturales o periodísiticos se convierten en espejos que reflejan y designan efectos personales dentro de la propia cultura.
“No me la creo que las reses derramen lágrimas (llorar es cosa de humanos).” Sobre esto me gustaría enmendarle cariñosamente la plana al señor Alegría. ¿Ha visto usted esa estupenda película-documental llamada La historia del camello que llora, de la directora Byambasuren Davaa? Véala (y si tiene tiempo vea también La cueva del perro amarillo), le va a conmover la sensibilidad del animalito. Eso, si todavía puede darse esos lujos.
Y a usted, querido lector, permítame recomendarle:
http:/es.bitacle.org/v/47zgg5faape0/la-violencia-y-la-tortura-no-es-arte-ni-cultura.html?usrmode=1
1 Comments:
los niños inteligentes llegan a ser vegetarianos de grandes!, george de cada regla su excepcion jajaj t adoro como el torero al toro jijiji
8:36 p. m.
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